Por Natanael Santos
La provincia de San Juan ha vivido una serie de eventos en los últimos años que deberían preocupar tanto a sus habitantes como a quienes están encargados de diseñar y ejecutar políticas públicas destinadas a su desarrollo. Sin embargo, un obstáculo significativo para el progreso económico y social de la región ha sido, paradójicamente, una facción de su propio liderazgo.
Este liderazgo, que históricamente ha parecido más interesado en sus beneficios personales que en el bienestar colectivo, ha descuidado las graves condiciones de pobreza y marginalidad en las comunidades rurales de la provincia.
Recordemos que con la llegada del presidente Luis Abinader al poder en 2020, se declaró estado de emergencia en San Juan debido a un desempleo juvenil del 60%, un número que supera el promedio latinoamericano por 23%, y más de 8,000 viviendas con pisos de tierra, triplicando el promedio nacional.
La alta tasa de desempleo, el aumento de la desigualdad y la dependencia de una agricultura decadente, que ahora emplea principalmente mano de obra haitiana, han provocado un éxodo de la población en edad productiva. Este declive demográfico ha sido tan significativo que San Juan ha perdido un representante en el congreso.
Actualmente, el liderazgo de San Juan es percibido como inflexible y desacreditado, centrado más en mantener una relevancia social y política paranoica que en impulsar cambios sociales que mejoren realmente la vida de la gente. Este tipo de cambios no ocurrirán automáticamente; se necesitan esfuerzos deliberados y dirigidos.
Recientemente, me enteré del cierre de una entidad bancaria en San Juan, una consecuencia previsible dada una economía en declive y una comunidad donde el 61% de las personas viven bajo la línea de pobreza.
Frente a la posibilidad de cambiar la matriz de producción en el valle de San Juan, incluyendo la diversificación de fuentes de producción y la inclusión de la minería propuesta por GoldQuest, que sugiere la extracción subterránea de tres millones de onzas de oro de manera ambientalmente sostenible, parte de este liderazgo obsoleto se resiste vehementemente a permitir el proceso necesario para evaluar científicamente la viabilidad ambiental del proyecto.
Maquiavelo dijo una vez que “el innovador hace enemigos de todos aquellos que prosperaron bajo las condiciones antiguas”, y nunca ha sido tan evidente como en San Juan hoy. Este liderazgo, que acumula fortunas mientras explota la ignorancia de la masa empobrecida, opta por distribuir limosnas en lugar de soluciones sostenibles, perpetuando un ciclo de dependencia y desesperanza.
San Juan necesita desesperadamente un nuevo tipo de liderazgo: apasionado, comprometido con la innovación y decidido a introducir nuevos enfoques y soluciones reales a los problemas que enfrentan sus ciudadanos, promoviendo un desarrollo humano, integral e inclusivo.
El autor es: Productor y empresario agrícola de San Juan.