Home OpiniónCon Lupa y Ahora “Tolerancia cero no sólo a la violencia en sí, también al discurso machista”

“Tolerancia cero no sólo a la violencia en sí, también al discurso machista”

by Redacción Generación Y
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Por: Lucivel Avila

No solo algunos periodistas ignoran la forma correcta de informar sobre los casos de violencia machista. El ciudadano común, que domina aún menos estos códigos, en posible respuesta a lo aprendido por difusión mediática y bajo el amparo del llamado periodismo ciudadano (con canales de comunicación como las redes sociales) también suele aludir a las situaciones violentas de otros sin respeto, consideración, humanismo y empatía, de modo peyorativo en general, y haciendo más mal que bien.

La palabra tiene poder, y mientras más se repite una mentira o planteamiento erróneo mayor es su parecido con una verdad.  Y va tomando más fuerza ese discurso machista. Por eso, es fundamental que la sociedad identifique cuándo los medios lo hacen mal y que, por su parte, exista un compromiso de tolerancia cero con el maltrato. La ciudadanía debe sumarse.

Como base para lograr esto, los periodistas tendrán claro que: no mueren, las matan; el maltratador no es un santo ni un héroe; el agresor no es la víctima, lo es ella; los agresores no son monstruos ni enfermos; ella no tienen por qué ser quien únicamente denuncie, también lo puedes hacer tú; aunque sea su pareja, aquello no es una relación sexual, sino violación o abuso sexual; la maltratada no deja la relación no porque no quiere, es que no sabe cómo hacerlo… y un largo etcétera de aclaraciones que urge sean asumidas. Así va cambiando la cultura desde la fuente informativa a la cual muchos le merecen confianza y credibilidad. 

En la cultura de la violencia existen estructuras ideológicas y estereotipos que la sustentan, basándose en la desacreditación de la víctima y la ausencia de responsabilidad y crítica sobre el agresor. Comentar en una conversación entre amigos, escribir en una noticia o cuestionar en una tertulia el comportamiento de la víctima, su forma de vestir, su reacción o si había bebido alcohol o no, forma parte de ellos.

Debemos comprometernos a no dañar a las víctimas del machismo desde lo que escribimos, tanto los profesionales del periodismo como las audiencias (sobre todo en redes sociales) y decimos. Podemos firmar manifiestos en contra de la violencia machista cargados de motivos más que justificados y compartir en redes sociales los 24 de noviembre un emotivo mensaje, pero en la cotidianidad somos responsables de las fuentes informativas que escogemos y de a quién le damos voz.

Como lectores, radioescuchas y televidentes es preciso hacer un consumo crítico de la información que nos llega, de esa que huele a distancia, a abuso, a machismo absoluto, lo diga quien lo diga, sea hombre o mujer.

¡Cuidado con identificar a la víctima o posibles localizaciones sin su consentimiento! Tampoco conviene utilizar ilustraciones morbosas o que ofrezcan una imagen de la mujer maltratada estereotipada. Es importante siempre preservar la intimidad de las víctimas y familiares.

Pareciera obvio pero urge insistir en que es un error constante emplear el verbo “morir”, eliminando así por completo la agresión, y por lo tanto, al agresor. Son crímenes machistas. Asesinatos. Punto. También es habitual titular con el asesinato y con la víctima pero no con el agresor.

Por otro lado, en varios manuales y guías sobre cómo informar de violencias machistas se incide en el error de dar voz a los vecinos y vecinas, con lo que se favorece al blanqueamiento de la imagen del agresor. En vez de hacerlo, se puede dar espacio a expertos que permitan añadir contextos; es preponderante contar con otro tipo de voces que ayuden a explicar lo que sucede y así no perpetuar viejos estereotipos.

Si se sigue blanqueando a asesinos (desde el periodismo), si se continúa dando datos para intentar exculparlos, permanecerá el ocultamiento del machismo. ¿Se persistirá en ese objetivo de poner en segundo lugar la violencia y el asesinato? Entonces, se mantendrán las estadísticas de mujeres asesinadas.

Otra acción a corregir es mostrar fotos de la pareja en su convivencia habitual, antes del asesinato. Es posible que maltratadas hayan posado con una sonrisa forzada en fotos con sus familias, sin que nadie sospechara por entonces de la situación que vivían. Pudo haber sido en la etapa en la que él aun no había mostrado toda su agresividad, por ejemplo. ¿Tiene sentido mostrar esas imágenes felices? No. ¿Ayudan a entender la situación? No. ¿Aportan alguna novedad? Ninguna.

Retomemos la insistencia: la implicación social debe ser mayor. Por ejemplo, frecuentemente se sitúa entre los primeros datos de las crónicas sobre asesinatos machistas si la mujer denunció o no. Cuando se alude a que no lo hizo, queda explícito dudar de que fuera una muerte por violencia de género o entender que debe existir una denuncia previa para que, en cierta manera, se cree un antecedente previo al asesinato. Pero, ¿por qué cargar sólo a la mujer asesinada con esa responsabilidad, cuando otras personas asimismo tienen capacidad de hacerlo?

La violencia de género está dentro de la categoría de los delitos públicos, como la corrupción, por lo que no es preciso que la denuncia la haga solo la mujer afectada; estos no tienen que ser invocados por una de las partes. ¡Actuemos! La inmovilización social pasa factura. En ese sentido, recordamos los contactos de la Procuraduría General de la República: 809-200-1202, y del Ministerio de la Mujer 809-200-7212 y con su Línea Mujer: *212.

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